Cuando miras al cielo estrellado y te das cuenta de que, lo que siempre has creído negro, no lo es. Que ese negro no es tal, si no que tu mala vista y miles de problemas te ciegan el brillo que está ahí arriba.
Estrellas, tan fuertes y brillantes como una nova, en las que no ves más que oscuridad debido a su distancia, debido a las manos que pones sobre tus ojos para esconderte de la realidad.
Ciegos, dando tumbos, recibiendo golpes vivimos hasta que un día abrimos los ojos o, mas usualmente, nos caemos en el abismo.